17

Abr

2022

Semana Santa: cultura, tradición y religiosidad

En el marco de la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, Ruth Rosas y Laura Albornoz, profesoras de la Universidad de Piura, explican el recorrido histórico y el impacto cultural que tiene esta festividad en la sociedad peruana y piurana.

Por Betsy Salazar Guerrero. 17 abril, 2022. Publicado en Suplemento Semana, El Tiempo, el 17 de abril del 2022.

La Semana Santa es una de las principales festividades religiosas que celebra la Iglesia Católica, de acuerdo con un programa preestablecido por las autoridades religiosas y las iniciativas de los sacerdotes o párrocos de cada lugar.

Durante el Virreinato, sostiene la doctora Ruth Rosas, profesora de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Piura y especialista en religiosidad virreinal, las manifestaciones que se vivían en Semana Santa eran la Cuaresma, que iniciaba con el Miércoles de Ceniza hasta el sábado anterior al Domingo de Ramos; la procesión del borriquito antes de la Misa de Domingo de Ramos y las procesiones en toda la semana, así como el rezo de rosarios y las vigilias.

Fotografía de Pancho Fierro.

En estas procesiones lo que llamaba la atención eran los “empalados” y “flagelantes” que tenían abundante sangre en sus espaldas, ya sea por los latigazos que iban inflingiéndose o por las coronas de espinas en sus cabezas.

Asimismo, comenta la historiadora que las vigilias nocturnas, realizadas por aborígenes, implicaban la lectura de versículos de la Biblia, reflexiones, rezo de oraciones; y, también, la comilona y embriaguez que desvirtuaban el acto reverente; por ello, fueron criticadas y prohibidas.

La Iglesia mandaba que los feligreses se confesaran y comulgaran, y adquirieran “cédulas” o “bulas” de ambos sacramentos para tener un control estricto en los padrones, y para que se viva bien esta festividad. A esto se unía el ayuno y la abstinencia que se debían guardar durante toda la semana, sobre todo, desde el Jueves Santo. En algunos casos, se podía comprar “bulas de carnes o lacticinios” para poder ingerir estos alimentos si se quisiera.

En la celebración, los comerciantes aprovechaban para vender dulces, pescados, licores y otros comestibles, los cuales fueron prohibidos por el Concilio Limense para evitar las distracciones y lograr una verdadera devoción.

El siguiente domingo se realizaba la procesión de Cuasimodo en la que salía el Santísimo Sacramento, para ser llevado a ancianos y enfermos que no habían podido estar en la festividad. Participaban comitivas de danzantes negros o indios conocidos como Los diablicos, que iban vestidos con trajes llamativos, máscaras y que complementaban su atuendo con armas, hechas de palos, y látigos.

Fotografía de Pancho Fierro.

La evolución de la Semana Santa
Según la historiadora Rosas, se han ido perdiendo algunas costumbres en esta festividad como el uso de un atuendo especial de luto más mantilla negra sobre la cabeza para las mujeres, así como el celebrar todos los días de la Semana Santa y no solo el Domingo de Ramos, y del Jueves Santo al Domingo de Resurrección.

Además, afirma que en las ciudades son pocas las procesiones que se realizan, por ejemplo, la del Cristo Crucificado, de la Virgen Dolorosa y algunas otras. Y, en muy pocos pueblos como Zaña se mantiene la tradición de la procesión de la Cruz con Los diablicos.

Por otro lado, la confesión y comunión no están dentro de las prioridades de muchos católicos y ya no se adquieren ningún tipo de bulas. En el norte del Perú, lo que sí se ha mantenido es la visita a las siete iglesias, la celebración del Vía Crucis y comer pescado con malarrabia, arroz y frijoles.

No obstante, muchas personas aprovechan estos días “feriados” para ir a la playa en vez de vivir el verdadero significado de la Semana Santa que es “revivir la Pasión y muerte de Jesucristo que murió para salvarnos”, enfatiza la historiadora.

Impacto cultural
En nuestro país, la Semana Santa adquiere un significado singular por el sincretismo cultural, católico y los elementos propios de la tradición local, reflejado en las prácticas y costumbres difundidas por generaciones, lo que contribuye a fortalecer la identidad de las distintas regiones del país y a destacar la cultura, identidad y patrimonio regional, indica la magíster Laura Albornoz, profesora de la UDEP.

Otra de las aportaciones es la conservación y renovación del patrimonio histórico-artístico, como: bordados, imágenes, iglesias, entre otros, que de otra manera no tendrían su actual estado. Asimismo, la población local preserva y difunde sus costumbres centenarias, su tradición gastronómica y musical, las concurridas y fervorosas procesiones, y el recorrido de calles y plazas durante la tradicional visita a las iglesias, acota.

La Semana Santa tiene singularidades notorias según la localidad donde se desarrolle, que dan lugar a varias manifestaciones regionales reconocidas como Patrimonio Cultural de la Nación. Todas ellas tienen en común la fe, la religiosidad, la devoción católica y el impacto sociocultural y económico.

En esta conmemoración, las personas se compenetran como comunidad y fortalecen su conciencia colectiva; de allí que sea un importante elemento de socialización. “Como Patrimonio Cultural de la Nación, la Semana Santa relieva la cultura, el folklore, el patrimonio religioso, las tradiciones locales y la puesta en valor del patrimonio cultural material e inmaterial, que permite mantener vivo y difundir el legado patrimonial de las comunidades y pueblos de nuestro país”, señala la profesora Albornoz.

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